El ser humano no nace libre, sino que se va haciendo libre
conforme va madurando, gracias a la intervención de la educación que nos
aportan nuestros padres y educadores. Ellos nos enseñan a ser libres,
imponiendo unos límites a nuestra libertad determinados por ellos mismos; estos
límites serán las barreras que se impondrán a nuestra libertad. La libertad no es un “todo vale”,
no podemos permitirlo todo, sin prohibir nunca nada. Eso no sería libertad, en
todo caso sería un “actuar por instinto”, como los animales.
La libertad también se limita
por normas religiosas y éticas que permiten construir y sostener una sociedad
según las reglas. Se limita la libertad siempre que las actuaciones sean
perjudiciales para el prójimo, todo vale siempre y cuando no pongas en peligro la
integridad de otros, de ahí la frase: “Mi libertad termina donde empieza
la de los demás”.
Bajo mi punto de vista, la sociedad en sí controla
nuestra libertad;
las
autoridades –bien sean nuestros padres, profesores, adultos o altos cargos- tienen la ardua tarea de decidir qué
actuaciones hacen daño y cuales no, es decir, somos libres siempre
que una autoridad no nos lo prohíba.
Cuando el individuo en sí no es capaz de decidir
por sí mismo los límites de su libertad, porque no dispone de medios
intelectuales (como en el caso de un niño pequeño) o morales (en el caso de un
preso), su libertad está totalmente dirigida por las autoridades que se
encargan de él, en estos casos sus padres o la justicia.
Sin embargo, este manejo es necesario para poder
vivir en una sociedad tan compleja como es la actual. Si no hubiera normas
morales ni leyes… ¿quién pondría los límites? ¿quién nos enseñaría a ponerlos?
Sería un descontrol que cada cual decidiera cuáles son sus límites, que cada
cual hiciera lo que su libertad le otorgase derecho a hacer. Los seres humanos
debemos tener libertad, como seres racionales que somos, pero siempre bajo un
marco fundamental que debemos seguir todos, el de hacer lo que queramos siempre
que no causemos daño a otro individuo, o suponiendo que no hubiese más remedio,
en el caso en el que causáramos daño al menor número de personas posible.
Cuando alguien no cumple este marco fundamental, es
decir, desobedece la ley, debe ser castigado, suprimiendo parcial o totalmente
su libertad, acto que me parece razonable, debido a que como he dicho
anteriormente, para vivir en una sociedad estable se deben tomar una serie de
medidas para asegurar dicha estabilidad.
Si queremos ser libres y vivir en sociedad, debemos
hablar de una “libertad relativa”, la cual la propia sociedad ha ido creando a
su capricho, para asegurar una estabilidad que nos beneficia a todos.
Somos
libres, sí, pero siempre con cabeza.
*Esta entrada expresa nuestra opinión sobre un tema, no adquiere
un valor denotativo.
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